Los veinte días que pasamos hoy los leo con distancia. ¡Qué
capacidad humana la nuestra!, de caer un cielo negro, de golpe, sobre nuestras
cabezas, a tejer azules radiantes nacidos de un granito de arena… Como siempre,
cualquier calamidad sucumbe ante la esperanza que acontece, precedida de una fe
incontestable.
Pero al leerme, ahora, me siento náufraga del tiempo pasado, y el extraño dolor de mi
cicatriz recobra algún sentido que fue vedado y olvidado. En cualquier caso, no
me falla mi sonrisa de Gioconda, no me abandona el sol y su prisa…
Rosario Pancorbo.
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