Música: Delibes Lakme – Flower Duet.
Relato Breve, V Certamen literario «Memorias de mujer» 2010
A veces quisiera poder expresar con música mis palabras… pero yo soy amante de las letras, y aunque posiblemente me sería más fácil pronunciarme en notas musicales para vedar suspiros prohibidos, no sucumbiré en la belleza que no se ve pero que se siente… lo haré en mi Arte tallado en letra, y te dibujaré mis sentimientos en tinta hilvanada con dulce pulsar de latidos sentidos.
Porque cada nota de inspiración se traduce en un impulso que fluye rápido desde mi alma hasta mis dedos, estos son los que trazan mi sentir en negro sobre blanco, para enviarte a ti un latido sentido, un profundo requiebro de sones escritos, de flores de escarcha, de blanca luna y fría plata; de malvas imaginados y de pasiones soñadas.
Y ahora inventaré; plasmando vida y sueño: expresaré en notas escritas mis pentagramas cincelados; será una bella melodía, una historia que relata mi sentir, una esencia eterna que llegará a tus manos, la que dibujarás en tu mente, la que traducirás a tu corazón. Volarás tan alto que podrás tocar sin moverte la estela de mi suerte, la fragancia de un suspiro, el destello de lo ausente.
Será tan cercana para ti la luna que su belleza será flanqueada y escoltada en susurros eternos, todo ello gracias a: la mirada de las hadas.
Para Helga.
Caminé por mucho tiempo triste y a solas, bajo el cielo cambiante del tiempo. Atisbando el murmullo del silencio, contemplando el vacío del recuerdo. Creí sucumbir a instantes, quise hacerlo, no tenía sentido vivir sin ilusión, sin esperanza, sin percibir si quiera los rayos que ciegan el más mínimo y bello detalle que nos regala la vida. Entonces llegasteis vosotras… las mujeres que se convierten en hadas y que con su magia sin medida nos salvan; con un susurro sin contener, con una mirada sincera, con esa caricia que no se pronuncia pero que tanto expresa. Con ese pulso tierno y templado que poco a poco le gana a las mareas de la vida, el que no varía su rumbo ni en la pleamar ni en la bajamar de las idas y venidas del destino, el que nunca cesa.
Son infinitos los trances por los que atravesamos en el camino de los tiempos, tanto más fuerte es la ilusión, la esperanza que se reencuentra, aquella que con la simple mirada de las hadas se retoma.
Existió hace muchas lunas, ahora, una inventora de historias… de pluma incansable y de tinta eterna; plasmaba sueños en blancos lienzos y los hacía realidad, tocando con sus breves notas de ternura corazones perdidos… Aquellos recobraban la ilusión más disipada y olvidada.
Pero un triste día sintió un vacío inmenso, aquello que más amó y que fue su inspiración la había desolado, desterrándola al más yerto olvido. Había tocado fondo, ni tan siquiera su maquinita verde esmeralda de tejer palabras reproducía sonido alguno; pensaba estar gastada, con la mirada puesta en el infinito y perdida la inspiración. Poco a poco se dejó llevar por la inercia de los latidos de un reloj carente de melodías, aquél que dejó de marcar los susurros infinitos de interminables estaciones. Hasta que un día -que por suerte había escampado- llegaron las hadas, cansadas de esperar y aburridas de mirar, sin nada que tejer, sin nada que llevar y traer...
...Eran tres los árboles de las hadas: unos días regalaban cerezas, y al día siguiente elaboraban adobes. Los días de cerezas eran días de fiesta, mientras que los días de adobe eran días de trabajo. Fue así como le obsequiaron a la inventora de historias con interminables días de inspiración. Plantaron sus árboles en frente de su casa, y esperaron a que brotara la magia. Apenas si pesaba, y en un suspiro trenzaron un castillo con infinitas cámaras, dentro de ellas infinitas recámaras, y en el centro de su corazón infinitas historias de esperanza.
Este es un breve canto expresado en un relato templado por los recuerdos de una mujer. Un canto eterno, un regalo sin medida, aquel que nos ofrecen las hadas que no esperan nada a cambio. Son, únicas, esas mujeres que nos tienden sus manos y su propia vida, esbozando senderos dorados para unos pies descalzos.
Ahora ha pasado el mal tiempo con su llanto y con el viento… Se han perdido los recelos que la cubrieron de pena y silencio. Ya no tiene miedo de manos conquistadoras, ni de jaulas doradas que encierran y anulan los cadenciosos susurros de sirenas. Navega libre en un mar de plata, sin barreras y sin fronteras.
Son muchas las mujeres que coronaron… y coronan ahora mi vida, las que lanzan sus redes de esperanza en mi ayuda. Ellas son las que trazan imperfectos y desviando mis lloros más sentidos, las que dibujan rectos y para siempre mis logros más buscados. Ellas erigen, con su magia, invulnerables Castillos de vida, iluminando con su mirada la oscuridad y transformándola en la belleza más infinita, aquella que se percibe rauda ante una tierna entrega de amistad, de amor, de seguridad, de incondicional eternidad.
Mi memoria de mujer viste de gala, tallando de malvas los horizontes y los destellos de los sueños que se hacen realidad. -Allí os espero con bellas historias… A vosotras, las Hadas de mi vida, las Hadas del alma mía.
Porque cuando os busco os encuentro; en cada llanto y en cada risa, en cada beso sincero sostenido por la brisa.
Dedicado a todas las Hadas del mundo. En especial: a las Hadas de mi vida...
Texto: Rosario Pancorbo.